Santidad
Aquellos celebérrimos dichos teresianos de que “la tabla de barrer empiece por la priora” o “entre los pucheros anda el Señor” no parecen sentencias propias de una Santa Doctora de la Iglesia, Maestra de espirituales y del camino de la oración. Es como si estas cosas tan de la vida diaria restaran fuerza a algo tan sublime como es el camino de la oración y del encuentro con Dios; como si hubiese que retirarse o encerarse para poder alcanzarlas, como si hubiera que vivir todo el día en un nube arrobados o en éxtasis a más de dos metros del suelo.
Pero Teresa de Jesús tiene también aquí una palabra. El amor y la entrega a Dios no se vive sólo en “los rincones, sino en mitad las ocasiones” y es en ellas, en nuestro vivir cotidiano, donde podemos hacernos a cada paso más a la medida de Dios. En ese día a día, en su simplicidad y cotidianidad, es donde tenemos que descubrir las señales de Dios y acogerlas.
Esto mismo es a lo que el papa Francisco ha llamado “santos de la puerta de al lado” en su exhortación apostólica “Gaudete et Exultate” sobre la llamada a la santidad en el mundo actual. La santidad no es una cosa exclusiva de unos pocos privilegiados o “superdotados de la virtud”. Todos los cristianos estamos llamados a esa santidad de vida. Y ese camino de santidad tiene como mayor excelencia ser vivido cada día. Descubrir a Cristo amigo presente realmente en la eucaristía, hablar con él en el silencio de la oración y traerle siempre con nosotros en cada momento de la vida, “incluso entre los pucheros”, porque “el verdadero amante en toda parte ama y siempre se acuerda del amado”.
David Jiménez Herrero, ocd
Marzo-Abril 2019