Juan Soreth
“Ecclesia semper reformanda est” reza la sentencia latina que afirma que la Iglesia siempre está necesitada de reforma y purificación, pues aunque es Santa e Inmaculada en su seno acoge a hombres y mujeres pecadores que necesitamos recorrer asiduamente el camino de la penitencia y la reconciliación. Aunque esta idea haya cobrado más fuerza a partir del Concilio Ecuménico Vaticano II, no se trata de una novedad. Siempre, desde sus orígenes, la Iglesia ha necesitado de reformas, y por tanto de reformadores.
Uno de estos reformadores fue el sacerdote y carmelita Juan Soreth, fallecido ahora hace 550 años y que estuvo al frente de la Orden del Carmen, como Prior General, en pleno siglo XV. Normando de nacimiento y formado en teología por la Universidad de París empeñó sus esfuerzos en aplicar una reforma en la vida del Carmelo renovando las Constituciones y visitando los conventos con el fin de implantar el nuevo estilo de vida regulado.
Junto a su papel de reformador, el Beato Juan Soreth será siempre recordado por favorecer la creación de beaterios en los que las mujeres pudieran vestir el hábito del Carmen y vivir según la regla carmelitana. Así será como a finales de la Edad Media la Orden del Carmelo, particularmente consagrada a la Virgen María, empezó a contar con mujeres consagradas. En uno de esos primeros beaterios, el que se fundó en la ciudad de Ávila, con el nombre de La Encarnación, consagró los primeros pasos de su vida religiosa santa Teresa de Jesús.
David Jiménez Herrero
Noviembre-Diciembre 2021